Ciencias Espirituales
El corazón de nuestra Fe
Es el estudio sistemático, reflexivo y vivencial de la dimensión espiritual del ser humano y su relación con la creación divina.
A través de la observación interior, la meditación, la contemplación y la sabiduría que se recibe de Maestros Crísticos -a través de personas con una sensibilidad especial para conectarse con el mundo espiritual-,
la ciencia espiritual busca enseñar y comprender las leyes divinas y los mandamientos espirituales que, entre muchos aspectos, rigen la conciencia, el alma, la vida, la muerte, la reencarnación, la trascendencia, el karma, la evolución y la conexión con lo divino.

¿Qué alcanzaremos a través de
la espiritualidad y las ciencias espirituales?
Fortalece las relaciones interpersonales, al promover la empatía, el respeto, la compasión, la solidaridad, el altruismo y los vínculos afectivos y sociales con nuestro entorno.
Mejora la salud física y mental, al fortalecer el sistema inmunológico, mejorar el manejo del dolor y favorecer un buen descanso.
Nos ayuda a reducir la ansiedad, el estrés y la depresión, al fomentar la paz interior, la confianza, la fe y la conciencia.
Favorece el desarrollo personal, al estimular el autoconocimiento, la creatividad, la reflexión y el aprendizaje.
Aumenta la posibilidad de encontrar la felicidad y la satisfacción con la vida, al darle sentido y propósito a la existencia.
¿De dónde venimos y cuál es la evolución del espíritu?
Nada existe sin la Causa Única, que es Dios. Desde Él surge una vibración, energía o fuerza llamada Logos, la cual pasa primero al Plano Solar y de allí a la Tierra, a través de un tubo especial, custodiado por entidades espirituales. Esta vibración o energía da forma, en el plano material, a los átomos y moléculas de todo lo creado, dando origen a la Vida. La evolución comienza en el reino mineral, donde aún no hay manifestaciones evidentes de progreso, ya que faltan el movimiento y la sensibilidad, elementos que caracterizan la vida en plenitud. Sin embargo, en los minerales está presente la Esencia Divina, evidenciada en la cristalización y en sus propiedades inherentes, demostrando así el principio de la evolución.
Desde el reino mineral, el ser humano inicia su evolución, ascendiendo por los reinos de la Naturaleza: el Vegetal y el Animal, cumpliendo en cada uno el ciclo necesario para su avance.
Este proceso evolutivo se resume en la frase: «El ser humano duerme en el mineral, sueña en el vegetal, despierta en el animal y se hace consciente en el hombre.» Esta metáfora refleja la presencia de la Esencia Divina en cada etapa del desarrollo.
Hasta alcanzar la humanidad, la evolución está dirigida por entidades espirituales llamadas Espíritus Grupo, responsables de guiar y proteger cada reino de la Naturaleza. En especial, cuidan de los animales, velando por su alimentación y bienestar, guiándolos a través de migraciones y alejándolos de peligros cuando es posible.
En el ser humano, estas entidades ya no intervienen, pues el Espíritu se ha individualizado y ha adquirido plena conciencia. Ahora, su evolución se rige por su libre albedrío, haciéndolo dueño de sí mismo.
Antes de alcanzar esta etapa, los animales más evolucionados, en su mayoría domésticos o de ciertas especies marinas, son seleccionados para su transición a la humanidad. Son llevados a Planos de Preparación, donde reciben la preparación necesaria antes de su encarnación como seres humanos.
Dios, a través del Mesías, ordena el nacimiento de estas entidades en la Tierra, asignándoles número, sexo y destino. A estos seres se les llama espíritus nuevos, y llegan en oleadas cada cinco o siete años. Generalmente nacen en comunidades de baja evolución, a menudo con limitaciones físicas o mentales. También conservan ciertas tendencias de su etapa anterior, perceptibles en hábitos y comportamiento.
Los Espíritus Grupo se encargan de proveer los éteres necesarios para esta transición, asegurando así el proceso evolutivo.
El ser humano
duerme en el mineral,
sueña en el vegetal,
despierta en el animal
y se hace consciente en el hombre
La Reencarnación
La reencarnación es el proceso por el cual el espíritu, después de la muerte material y evaluando su comportamiento y el uso que hizo de su libre albedrío, vuelve a este mundo tomando un nuevo cuerpo para corregir aquellos aspectos que debe mejorar y así continuar su evolución espiritual, hasta alcanzar la morada que le permita seguir avanzando como entidad espiritual.
Desde el reino mineral, el ser humano inicia su evolución, ascendiendo por los reinos de la Naturaleza: el Vegetal y el Animal, cumpliendo en cada uno el ciclo necesario para su avance.
Dios es amor, virtud y bondad. Dios es justicia a través de la reencarnación.
Finalmente, el espíritu encarnará tantas veces como sea necesario para aprender a vencer el ego, a entregar amor en todo momento y, sobre todo, a sentir a Dios, amándolo por sobre todas las cosas. Sentirnos uno con Él.
Algunos fundamentos de la reencarnación:
- El ser humano no es solo cuerpo y mente, sino también espíritu, que es inmortal.
- Las experiencias de cada vida forman parte de un proceso de aprendizaje y crecimiento individual, de acuerdo con un plan divino, y buscan alcanzar la conciencia de sentirnos unidos con Dios y su perfecta creación, representándolo en nuestros pensamientos y acciones.
- Somos seres espirituales que tenemos experiencias como seres humanos.
- Existe una ley de causa y efecto que influye en las condiciones de cada nueva encarnación y en los aspectos a corregir cada vez que volvemos al mundo material.
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La Oración
La oración, según nuestros Maestros Astrales, es un acto delicado. Hay que saber pedir para recibir. Es un acercamiento hacia el infinito, es una vibración con Dios y el Mesías. Por lo tanto, es fundamental saber cómo establecer este contacto con la Santísima Divinidad, algo que la mayoría de las personas desconoce.
Cuando se ora con fe, el pensamiento debe llegar al cosmos infinito, pues es vibratorio, se eleva al Astral y es parte del Espíritu. La manera en que emanamos esa corriente vibratoria determina cuán bien es recibida por el Mesías y cómo se interpretarán nuestras peticiones.
Muchos rezan sin concentración, respeto ni humildad, como si dieran órdenes al Maestro, exigiendo que resuelva sus problemas. A veces, cuando las cosas no salen como esperan, se frustran, se impacientan y hasta blasfeman contra Dios, diciendo frases como: «Estoy quemado porque nada me resulta.» o «Dios es injusto conmigo.»
Nuestros Maestros nos han enseñado una forma correcta de orar. Si la practicamos, podremos recibir la ayuda de nuestro Padre de manera más cercana y efectiva.
Para orar adecuadamente, es importante esperar un momento de paz y silencio en el hogar. Esa es la hora oportuna. Se recomienda sentarse cómodamente, evitando arrodillarse, pues el dolor en las rodillas podría distraer la concentración.
Deben relajarse los músculos, colocar las manos unidas con las yemas de los dedos a la altura del plexo solar e inclinar la cabeza en señal de respeto. Se deben cerrar los ojos, en lo posible, para evitar distracciones y recitar la siguiente oración:
«En el nombre de Dios, del Divino Maestro Jesús y Padre Francisco de Asís, armonizo mi mente, comulgando en un solo pensamiento. Elevo mi plegaria al Astral, dando gracias por todas las protecciones recibidas en este día. Que estos pensamientos vibren en el éter, en el Cosmos, y sean percibidos por el Maestro Jesús y el Padre Francisco de Asís.«
Después de esta invocación, se conversa con los Maestros desde el corazón, exponiendo con sinceridad los problemas que nos aquejan, ya sean enfermedades, dificultades laborales o necesidades materiales.
Al mismo tiempo, se recita el Padre Nuestro tres veces. Es importante no pedir solo por uno mismo, sino también por la humanidad: por los enfermos en los hospitales, los ancianos que sufren, los huérfanos y todos aquellos que necesitan ayuda y protección.
Una vez concluida la oración, se ofrece al Maestro Jesús y al Padre Francisco de Asís, elevando poco a poco las manos hacia arriba y diciendo:
«Señor, te ofrezco esta oración como una ofrenda de amor y gratitud por todos los beneficios recibidos hoy. Amados Maestros, les pido que me cubran con sus mantos de protección universal. Así sea.»
Las Cualidades de la Oración Verdadera
La confianza permite el acercamiento a Dios, a los Mesías o a quien vaya dirigida, supone una fe inquebrantable, ajena a toda vacilación, por mínima que sea.
La devoción en la oración tiene que brotar espontáneamente por el amor a Dios y al prójimo.
La rectitud de la oración consiste en pedirle a Dios lo que verdaderamente nos conviene. Con frecuencia nuestra oración no es escuchada porque pedimos mal.
El orden en la oración consiste en anteponer, en los deseos y las súplicas, lo espiritual a lo material.
La humildad en la oración se demuestra al reconocer que necesitamos la intervención de Dios, del Mesías o de quien estamos invocando, para alcanzar lo que pedimos.